"Los medios de comunicación son la entidad más poderosa de la Tierra. Ellos tienen el poder de hacer culpable al inocente e inocente al culpable y éste es el poder. Porque ellos controlan la mente de las masas." (Malcolm X)

lunes, 1 de diciembre de 2014

Programa Primer año 2014

Estos son los temas que deben preparar los alumnos que no alcanzaron los objetivos del año:

Prácticas literarias:
El cuento realista: características. El narrador. Historia y relato. La estructura narrativa.

La poesía: Denotación y connotación. Recursos rítmicos. Imágenes sensoriales. La comparación y la metáfora.
Textos literarios:
Honaker, Michel; La hechicera del mediodía
Huidobro, Norma; La mujer del sombrero azul
Wilde, Oscar; El fantasma de Canterville
Ende, Michael; La historia interminable (primera parte)
Casona Alejandro; La dama del alba
Prácticas sociales:

La noticia periodística: características. Ficción y realidad. El artículo turístico: Características. La importancia de la descripción.
La lengua y los textos:

La comunicación: Componentes. Comunicación lingüística y no lingüística. Lectos y registros.

Los textos: Funciones del lenguaje: informativa, apelativa, emotiva, estética, fática y metalingüística. Las tramas textuales: narrativa, descriptiva, dialogal, argumentativa.

Las oraciones según la intención del emisor: declarativas, interrogativas, imperativas, exclamativas, dubitativas, desiderativas.
La lengua en los textos:

Las construcciones interdependientes: sujeto-predicado; nexo subordinante- término. Construcciones con núcleo: construcción sustantiva, adjetiva y verbal.

Clases de palabras: sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios y preposiciones. Sinónimos, antónimos, hiperónimos e hipónimos.

Los conectores temporales y lógicos. Los nexos coordinantes copulativos, adversativos, disyuntivos y consecutivos.

La oración bimembre simple: sujeto simple y compuesto, expreso y tácito. El predicado verbal simple y compuesto. Núcleos y modificadores del sujeto: modificador directo e indirecto, aposición. Núcleos y modificadores del predicado: verbo núcleo, objeto directo, objeto indirecto, circunstanciales, complemento agente. La voz activa y la voz pasiva.
El examen consta de dos partes: 

1. Escrito: Se evaluarán los temas de prácticas sociales y literarias y los temas de lengua y sintaxis. Del mismo modo, se evaluará la buena comunicación del escrito a través de la caligrafía, la ortografía, la puntuación y la sintaxis.

2. Oral: Se evaluarán algunos aspectos que estén "flojos" en el escrito y los textos literarios (novelas y obras de teatro leídas durante el año). En esta parte, el alumno deberá preparar todos los textos pero podrá elegir uno para empezar el oral. En esta ocasión se evaluará además el buen uso de un lenguaje y un registro apropiados para la situación comunicativa de examen en la que nos encontramos. 

viernes, 28 de noviembre de 2014

Compartiendo las reflexiones de los compañeros con respecto al trabajo realizado por equipos

¡Hola a todxs!
Lo que van a leer a continuación es mi devolución a sus reflexiones acerca del trabajo colaborativo que llevamos a cabo en clase y, sobre todo, fuera de clase. Las nuevas tecnologías nos permiten seguir en contacto más allá del espacio del aula y de las cuatro horas semanales que compartimos en el colegio. Además nos facilitan el trabajo en equipo y la comunicación. Hicimos algo novedoso en un entorno novedoso. Y eso trajo problemas, soluciones y, sobre todo, aprendizajes.
Este trabajo en colaboración nos permitió alcanzar productos que cada uno individualmente no hubiéramos podido lograr. Como dice Rochy: “Hay muchas diferencias entre trabajar así o solo. Una muy grande es que trabajando solo, no tenés que discutir ideas, solo son las tuyas. Es bueno trabajar solo, pero al trabajar en grupo hay más ideas en juego y más talentos. Por ejemplo: uno tiene buena ortografía, el otro es creativo, otro no tanto. De esa forma sale un mejor producto (…) el saber aceptar las ideas del otro y que el otro las acepte es algo fundamental, por eso te ayuda a madurar”
Además, y por sobre todo, nos permitió dar los primeros pasitos hacia la solidaridad, el esfuerzo y la participación en pos de un producto en común. Esto nos trajo problemas porque nunca habíamos trabajado de este modo. Después de todo, nadie aprende haciendo lo que ya sabe hacer: “Fue una experiencia nueva y muy complicada porque trabajar en equipo no es simple, debido a que todos tienen ideas diferentes y diferentes maneras de escribir con las que capaz no estás de acuerdo”, dice Julia.
Definitivamente no es fácil trabajar en equipo, pero a todo se aprende y el trabajo colaborativo constituye un aprendizaje como cualquier otro. En este sentido, surgieron conflictos interesantes: “Tuvimos inconvenientes porque había integrantes del grupo que no se conectaban y queríamos que participaran”, nos cuenta Olivia. “Tuvimos muchos problemas desde el comienzo hasta el final”, reflexiona Lara y agrega Sol: “pronto comenzaron los conflictos por las ideas que teníamos, por el mismo orgullo de no poner la idea del otro…”. Y continúa: “Creo que somos un desastre como grupo y que si no hubiera sido por X no habríamos salvado este trabajo.”
Por su parte, Bruno nos cuenta que su equipo no le “gustó para nada (…) X  quería hacer lo que a ella le parecía, sin darles la opinión a los demás; todas las ideas que no eran de ella, no le gustaban.” “Es una experiencia nueva para mí, y no fue muy agradable (…), ya que nos peleamos entre los integrantes del grupo, por ese motivo el grupo se tuvo que separar en dos (…)  Nos costó mucho llegar a los pocos acuerdos que tuvimos para llegar al producto final”, nos cuenta Facundo.
En fin, todos estos problemas deberían enseñarnos que está bien que haya conflictos porque somos todos diferentes: cada uno con sus gustos y sus intereses, con sus habilidades y sus falencias, con sus tiempos y sus modos… Y eso es lo bueno, porque en la diversidad se aprende más y mejor. El tema no está en evadir el conflicto sino en enfrentarlo para solucionarlo y evitar, así, la violencia. Estoy segura de que quienes no han podido estar conformes con este proceso, encontrarán en trabajos futuros la manera de solucionar estos conflictos que no son otra cosa que parte de la vida en democracia.
Sin embargo, no todos fueron problemas: “Todos nos escuchamos entre todos, y decidíamos qué idea era mejor o más interesante. Me siento muy contenta con el producto final. No se nos presentaron muchos problemas a la hora de escribir, todos nos pusimos de acuerdo. Nos manejamos a través de un grupo de Whats App y ahí decidíamos todo. Fue una buena experiencia y me demostró que trabajar en grupo no es tan fácil”, nos cuenta Renata. Por su parte, Valentina nos dice: “Lo bueno de trabajar con este grupo fue que todos se especializaban en algo, así que nos fuimos complementando, tal vez alguno sabía escribir de una forma más estética y otro tenía ideas más creativas, entonces todo quedaba muy bueno”.
Hubo además quienes pudieron conocer mejor a sus pares y se llevaron sorpresas trabajando con compañeros con quienes nunca habían trabajado en equipo. Así, nos cuenta Lucía: “Una de esas personas me sorprendió, porque yo pensé que no iba a escribir nada y que no iba a comentar ni nada, pero al final terminó siendo  distinto porque me di cuenta de que es el mejor que escribe en el grupo. Aunque se conectaba re poco para escribir, nos salvó en  muchas ocasiones y a él fue el que se le ocurrió la idea principal. Así que finalmente lo juzgué mal.”
Y también hubo reflexiones acerca del hecho de “escribir un cuento”, porque no sólo tenían que trabajar en equipo sino que, además, la tarea que tenían que llevar a cabo tampoco era para nada fácil: “Trabajar en un cuento realista es bastante difícil pero NO  imposible y también es divertido aportar ideas y crear una historia”, nos cuenta Belén. “Al principio fue muy difícil, pero después lo pudimos llevar adelante”, dice por su parte Indiana. Y Facundo: “Uno de los problemas que apareció (…) fue el bloqueo mental a la hora de escribir” y aclara: “sobre el bloqueo, simplemente las ideas comenzaron a fluir”
Lo cierto es que no es fácil contar estéticamente una historia: ¿Cómo decidir qué contar? ¿Cómo elegir la mejor historia? ¿Cómo encarar el proceso creativo de una obra literaria? ¿Qué narrador será mejor para contar lo que quiero contar? ¿Cómo manejar el tiempo narrativo? ¿Cuándo darles la voz a los personajes? ¿Cómo sobrevendrá el desenlace?
Ezekiel nos cuenta que para escribir un cuento realista “hay que investigar y armar una historia con personajes reales y pocos conflictos o un solo conflicto. Ésa fue la parte más difícil porque cada uno que escribía inventaba algo nuevo y la historia se hacía cada vez más larga y no se entendía bien.” A su vez, Magalí reflexiona  que “no es lo mismo usar muchos personajes que pocos, si usás muchos personajes en el cuento, tenés que estar pendiente de que aparezcan en algún momento, no pueden desaparecer.” Y Ramiro“…no sabíamos cómo terminar la historia porque los finales que habíamos pensado eran imposibles o incoherentes, pero al final logramos, creo yo,  un buen producto y aprendimos a trabajar de este modo que era totalmente nuevo para nosotros”. Además, el mismo proceso de escritura fue llevando a grandes modificaciones con respecto a la planificación a la que habían llegado en la segunda etapa: “En la tercera etapa, cuando teníamos que empezar a escribir la historia, fuimos modificando gran parte de cómo teníamos pensado relatarla: cada uno tenía sus ideas y a partir de las sugerencias de todos tratábamos de unirlas y crear el relato”, nos cuenta Mayra.
Pero todo se fue solucionando a medida que avanzaban en el proceso: “llegamos a resolver los acuerdos necesarios para que el producto final fuera el mejor” (Julia). “A pesar de todos los conflictos, ésta fue una experiencia muy interesante y divertida para mí. Me gusta mucho escribir y se me hace fácil. ¡Ya estoy esperando el próximo proyecto!” (Lara)
Además aprendimos herramientas de aprendizaje novedosas con las que nunca nos habíamos encontrado: Google Drive, Internet, escribir en pantallas: “me gustó trabajar en equipo con mis amigas en la red porque me da tiempo para pensar más, corregir la ortografía y no hace falta juntarse”, dice Ezekiel. “Esta experiencia fue muy linda, poder no sólo trabajar en una hoja sino poder trabajar en Internet. Fue un desafío pero lo logramos…” (Belén)
Finalmente, muchos reflexionaron acerca de sus fortalezas y sus debilidades y se propusieron posibles soluciones para otro futuro trabajo: “Para la próxima me gustaría mejorar la convivencia en el grupo y no preocuparse tanto por cómo te llevas con tu compañero sino por el trabajo que tenemos que enfrentar.”(Julia). “Para la próxima ya sabremos cómo es la dinámica del trabajo” (Valentina)

“Yo no tuve muchas ideas y las que tuve no las compartí,  no sé por qué. Mi problema fue que me olvidaba de entrar (en la red) para escribir el cuento y me parece que para resolver ese problema me tengo que anotar las tareas para no olvidarme de hacerlas" (Lisandro). “Siento que tengo que mejorar y no confiar tanto en los demás, estar más activo en el trabajo y ver que si no lo hacen, tengo que terminarlo” (Tobías)

Finalmente, contarles que disfruté mucho de este trabajo con ustedes, que aprendí mucho de ustedes. ¡Sí! ¡Los profes también aprendemos! Los vi enojarse, por momentos, y disfrutar del trabajo, en otros... Los vi crecer a medida que avanzaba el proyecto y los vi reflexionar de manera muy inteligente cuando nos reuníamos por equipos para evaluar nuestras actuaciones. Y disfruté muchísimo de la gestación de cada uno de los cuentos como también disfruté mucho de los trabajos terminados.
Y una cosa más: Fue un placer compartir el año con todos ustedes. Son un grupo muy especial. Espero que se den cuenta de eso.

Cuentos realistas: Producto del trabajo colaborativo por equipos III

descarga (1).jpgEsta es la tercera entrada dedicada a los cuentos que resultaron del trabajo colaborativo a través de Google Drive en el que cada grupo debía escribir un cuento a partir de una pintura famosa. Pueden encontrar las consignas  del proyecto aquí.

Esta entrada la vamos a dedicar a los equipos 3 y 6 que trabajaron con la pintura "La lectora" de Isabel Guerra. Estos son los cuentos que resultaron del trabajo de todos ellos. ¡Espero que los disfruten!

Equipo 3: Bruno Fazio, Facundo Fernández, Lara Mouzo y Sol Rodríguez
María y su libro

María del Avaro pertenece a una familia adinerada que se encuentra en Zaragoza, España. Vive con su madre, Jazmín Rojel.
Cuando María tenía apenas 12 años el padre falleció y, desde entonces, la madre se ha vuelto estricta con los estudios y obligaciones de su hija. Ella quería que se concentrara en su formación académica y su futuro, pero a María le importaba más leer siempre el mismo libro de poesía. Porque siempre siente lo mismo al leerlo: pasión. María poseía muy poca cantidad de libros y era este, específicamente, su favorito.
Durante unos tres años, María sigue obsesionada con el mismo libro, tanto que Jazmín (la madre) comienza a preocuparse: María ya no tiene tantos amigos como antes, no le interesa salir de la casa, ni siquiera para pasear, sólo quiere leer, leer poesía todo el día encerrada en su cuarto.
Llega a tal punto esta obsesión que Jazmín decide enviar a su hija como pupila al convento de Santa Lucía. No sólo para que se concentre y estudie, sino para que trate de hacer nuevas amigas.
-Esto es por tu propio bien-le dice Jazmín antes de que María parta rumbo hacia al Convento-Ya  sabés que te amo mucho y sólo quiero que seas feliz.
-Está bien, mamá, pero dejame conservar mi libro, por favor.
-Sólo si me prometés que harás otras cosas además de leer tu libro.
Y con esa promesa comienza el viaje de María. Ella no sabe si debe sentirse triste, ya que estará los siguientes cinco años lejos de su casa; o feliz, ya que su madre no la molestará más y podrá leer todo el tiempo que quiera su libro preferido.
Apenas llega, puede observar una edificación antigua que abarca una superficie extensa. Tiene forma de rectángulo en cuyo centro hay un gran jardín que está muy bien cuidado. Allí hay todo tipo de flores: rosas, claveles, margaritas y jazmines. Estos últimos le recuerdan a su madre.
Unos días más tarde, María comienza a extrañarla y también empieza a sentirse abandonada. Este pensamiento la abruma y enoja tanto que la conduce a un comportamiento inadecuado. Se pelea con sus profesores, se pelea con sus compañeras y no cumple con sus tareas ni con sus responsabilidades dentro del Convento.
Se siente tan enojada y triste que decide dejar de comer, encerrarse en su cuarto y leer su libro de poesía, se diría, de manera enfermiza.
Las autoridades se preocupan por el estado de salud de su alumna que se resiste a cambiar de actitud y a recibir ayuda. Por esta situación, la vida en el convento se torna insostenible para María, sus compañeras y sus profesores.
Por este motivo, sus encargadas deciden comunicárselo a su madre quién se preocupa y angustia mucho y por lo que decide viajar lo antes posible hacia el Convento
Una vez que llega, puede hablar con su hija y entender lo que María siente: una gran tristeza porque la extraña y porque, en realidad, quiere estar con ella en su hogar.
Jazmín abraza muy dulcemente a María que llora desconsoladamente. Le acaricia el cabello y le pide perdón por haberle causado tanta angustia. 
Finalmente las dos vuelven a su hogar, pero antes ambas llegan a un acuerdo propuesto por la madre que consiste en que no le prohibirá leer el libro que tanto le apasiona, siempre y cuando se haga tiempo para leer otros autores de poesía y para hacer amigas.
A María le agrada la propuesta y acepta gustosamente. También se da cuenta de que no hubiera podido vivir sin su madre, así que se siente feliz de arreglar el acuerdo, cuyo único propósito no es otro que el hecho de que ambas sean felices.

Pasó el tiempo, mucho tiempo y hoy María se ha convertido en una famosa poetisa incrementando de esa forma su vida social y así su felicidad.

Equipo 6: Guillermina Capobianco, Tobías Fontana, Olivia Mange, 
Lisandro Pérez Casarín y Magalí Santágata.

Una Carta Equivocada

España, 17 de Octubre 1987
Querida Maguie:
Me acuerdo cuando nos conocimos ese día que viniste a mi pueblo y nos hicimos amigas. Me diste tu dirección y me dijiste que, si alguna vez necesitaba tu ayuda, te escribiera una carta. Y aquí estoy.
Ya perdí la cuenta de las veces que leí este libro, sé de memoria cada palabra, cada párrafo, cada diálogo, sé todo. Necesito otro libro. Si no,  me voy a morir de aburrimiento. Odio estar encerrada, pero mi hermano y mi madre siempre se están peleando, siempre por lo mismo: el dinero. Es horrible querer ir al comedor y que estén quejándose de la economía del país o de nuestra pobreza, siempre me pongo triste cuando los escucho. Aunque la verdad es que mucho no me importa. Yo soy feliz y tengo todo lo que necesito: una familia, una casa y lo más importante: el amor de mi vida, Tomás.
Teruel, como ya sabes, es un pueblo muy pequeño, uno de los más pequeños de España, y es una de las aldeas menos habitadas y pobres de la zona, pero a mí me parece un lindo lugar, será porque no conozco otros.
Vivo a dos cuadras de la casa de Tomás, mi novio, que tiene veintidós años. Es alto, con pelo castaño y ojos verdes. Tomás vive con su madre, su padre y sus tres hermanos.
Él tiene menos tiempo para disfrutar que yo, ya que su familia es más grande y todos tienen que alimentarse. Son tiempos difíciles, cada vez que tenemos alguna buena cosecha, es motivo de festejo.
Pero un día llegó el momento de separarnos: La semana pasada me contó que se tenía que ir al campo porque, según su padre, les iría mejor allí, me dijo que era por unos meses. Sentí cómo se me iba el alma del cuerpo. Es muy devastador, ya que no hay día que no pasemos juntos. Con él puedo desahogarme, reírme, llorar...
En ese momento, recordé aquel día en el que estábamos en la Plaza Carlos Castel compartiendo un helado de Kalise, de vainilla y frutilla. Ese lugar me recuerda a nuestra infancia... Estábamos de la mano, hablando y Tomás contaba chistes ya que lo que más le gustaba a él era hacerme reír. Mientras esperábamos el atardecer, le canté y le dediqué las últimas canciones de amor.
Cuando él me contó la noticia, no tuve mejor idea que arrancar mi hoja favorita de mi único libro.  Esta hoja era muy importante para mí. En ella hay un poema que me hace sentir feliz al leerlo. Describe una tarde hermosa de la pareja de este libro:
“En la esquina de mi casa
yo te veo llegar
con un ramo de rosas
a la par de la paz,
seguimos caminando muy lejos, muy lejos
cuando estoy contigo tiemblo sin parar.

eres mi amor
y siempre te amaré.”
Nos escribíamos mucho, pero hace tiempo que no tengo noticias de él. No me escribe y no sé qué pensar… Maguie, ¿tú qué crees que habrá pasado?
Antes de ayer partió en un tren hacia su destino y desde entonces estoy ansiosa esperando su carta, pero no llegó nada. Estos últimos días no hice nada más que esperar.
Una mañana, mi mamá entró a mi cuarto y me entregó una carta. Abrí mis ojos sorprendida. Su nombre estaba en el sobre, después de tanto tiempo había recibido algo de él. Torpe y rápidamente abrí  la carta y leí su contenido. ¡No lo podía creer!
“Querida Paz:
                                   Lamento decirte que estoy muy enfermo y no sé si podré sobrevivir a mi enfermedad. También te pido perdón por lo corta que es esta carta, pero últimamente no tengo mucho tiempo, sólo recuerda que siempre te amaré, por favor...
                                                                                                                                 Tomás.”

No lo podía creer. Se me cayó la carta al piso y fui corriendo a contarle a mi madre lo que había sucedido: —¡Madre!
—¿Qué sucede, hija?
—Lee esto, por favor...
Mi madre leyó la carta.
—No lo puedo creer, hija. —dijo. Y me abrazó.
—Yo tampoco, jamás podría creer algo así.

Pasó una semana y no recibí más noticias de nada, seguía leyendo una y otra vez esa carta, sin todavía creer que fuera cierto.
Esa mañana me desperté muy deprimida. Se Me vino vinieron a la mente los recuerdos de cuando me visitabas y traías helado para compartir, eso me alegró un poco. Me di un baño rápido y volví a leer la carta.
Al terminar de leerla, me fui a caminar por la plaza en la que siempre salíamos a caminar y alejarnos de todo. Ése era, es y será nuestro lugar favorito.
Cuando regresé a mi casa, tomé una ducha y me acosté en la cama a pensar.
Unas horas después, escuché que alguien tocaba a la puerta, y como no había nadie en la casa, supuse que iba a ser mi mamá, pero para sorpresa mía era...
-¡Hola, Paz, te extrañé mucho!- dijo Tomás abrazándome fuerte.
-¡Tomás! ¡Qué sorpresa que estés aquí! Creí que estabas muy enfermo.
-Pero, ¿por qué pensaste eso?
-Pero si me llegó una carta de…      
-¿Cómo? Si en estas semanas no pude haberte mandado ninguna carta debido a que la oficina de correos más cercana estaba cerrada.
-Entonces… ¿De quién era la carta?
Lo hice pasar a mi casa para que la viera.
No puedo explicar por qué, pero se me ocurrió leer la dirección. En cuanto la vi, un alivio recorrió todo mi cuerpo, pero también me sentí un poco tonta. No había sido Tomás Gallegos el que había mandado la carta, sino un tal “Thomas Gallegos”. Y no solo eso, por la precipitación que tuve por saber noticias de él, no me había dado cuenta de que... ¡Ésa no era su letra!
 Me fui a dormir sintiéndome muy feliz, ya que sabía que Tomás estaba en perfectas condiciones y ya estaba en casa.
 Esta es la mejor aventura que tuve con Tomás. Gracias a esto me di cuenta de lo mucho que lo amaba.
Espero volver a contarte otra historia sobre nosotros. Y aunque nadie te pueda ver, siempre contaré contigo.
                                       Con amor,
                                                              Paz

Cuentos realistas: Productos del trabajo colaborativo por equipos II

Juanito Laguna.jpgEsta es la segunda entrada dedicada a los cuentos que resultaron del trabajo colaborativo a través de Google Drive en el que cada grupo debía escribir un cuento a partir de una pintura famosa. Pueden encontrar las consignas  del proyecto aquí.

Esta entrada la vamos a dedicar a los equipos 2 y 5 que trabajaron con la pintura "Juanito Laguna ciruja" de Antonio Berni. Estos son los cuentos que resultaron del trabajo de todos ellos. ¡Espero que los disfruten!
Equipo 2: Franco Gatto Paz, Belen Migale, Valentina Novo y Gregorio Pérez Lombán

El barrilete de papel.
Juanito miró su chocolatada, se imaginó un río con barcos de cacao y marineros de azúcar.
—¡Vamos, hijo! —lo apuró su mamá —¡Vas a llegar tarde!
Juanito levantó la mirada, una mirada que reflejaba ternura, esperanza, pero también ganas de quedarse en casa. Le dio un beso a su mamá, tomó su mochila y comenzó el viaje.
 Era una mañana calurosa, el reflejo del sol lo abrazaba por la espalda y se sentía realmente encantador. La escuela no estaba muy lejos ni muy cerca. A Juanito le gustaba caminar hacia allá. Llevaba una libreta donde anotaba todo, todo lo que se le ocurría y le parecía interesante. 
 Como siempre, después de la escuela, Juanito caminaba hasta un solitario basural que se encontraba cerca de su casa. Allí se pasaba un buen rato pensando y con metales, restos de plástico y alguna que otra cosa que encontraba por ahí, comenzaba a construir pequeñas esculturas y juguetes. Le encantaba este momento del día cuando hacía lo que realmente le gustaba hacer.
 Un día  como todos los otros, luego de una jornada de escuela, Juanito iba camino al basural, y justo cuando ya se preparaba para dirigirse a su casa, un hombre comenzó a acercarse como en sombras ya que la luz del sol del atardecer le pegaba en la espalda.
—¡Hola! Soy Germán —se presentó el peculiar hombre cuando ya Juanito pudo reconocer su rostro. Vio que era alto, muy flacucho, que tenía una sonrisa bastante compradora y una mirada que escondía algo.
—Hola —dijo Juanito ignorándolo.  
“Mamá dice que no hable con extraños”, pensó al verlo. Germán se sentó al lado de Juanito, apoyándose en una montañita de almohadones que había por ahí.
—¿Los hiciste vos? —preguntó. Le  encantaba este momento del día cuando hacía lo que realmente le gustaba hacer.
 Un día  como todos los otros, luego de una jornada de escuela, Juanito iba camino al basural, y justo cuando ya se preparaba para dirigirse a su casa, un hombre comenzó a acercarse como en sombras ya que la luz del sol del atardecer le pegaba en la espalda.
—¡Hola! Soy Germán —se presentó el peculiar hombre cuando ya Juanito pudo reconocer su rostro. Vio que era alto, muy flacucho, que tenía una sonrisa bastante compradora y una mirada que escondía algo.
—Hola —dijo Juanito ignorándolo.  
“Mamá dice que no hable con extraños”, pensó al verlo. Germán se sentó al lado de Juanito, apoyándose en una montañita de almohadones que había por ahí.
—¿Los hiciste vos? —preguntó.
—Sí—volvió a responder el niño, con vergüenza y distancia.
—¿Te pasa algo?—dijo Germán.
—No—contestó.
Juanito no quería saber nada de nada. No tenía ganas de hablar, y menos con alguien que no conocía. Generalmente a la salida de la escuela no estaba de muy buen humor, además quería llegar a casa para merendar las galletitas y la chocolatada que su abuela siempre le tenía preparadas. ¡Tantos minutos de interesantísimas historias de la abuela se estaba perdiendo! Se quería ir ya. Cuando Juanito se levantó para irse a su casa, Germán, lo tomó del brazo:
—¿Qué te parece si me enseñas a hacer esas esculturas?
El chico lo pensó un buen rato y al final se decidió:
—Está bien, pero solo me puedo quedar un rato más —le contestó sin muchas ganas.
—Gracias —respondió alegremente Germán, mientras se sentaba más cerca—¿Te pasa algo?—dijo Germán. 
—No—contestó.
Juanito no quería saber nada de nada. No tenía ganas de hablar, y menos con alguien que no conocía. Generalmente a la salida de la escuela no estaba de muy buen humor, además quería llegar a casa para merendar las galletitas y la chocolatada que su abuela siempre le tenía preparadas. ¡Tantos minutos de interesantísimas historias de la abuela se estaba perdiendo! Se quería ir ya. Cuando Juanito se levantó para irse a su casa, Germán, lo tomó del brazo:
—¿Qué te parece si me enseñas a hacer esas esculturas?
El chico lo pensó un buen rato y al final se decidió:
—Está bien, pero solo me puedo quedar un rato más —le contestó sin muchas ganas.
—Gracias —respondió alegremente Germán, mientras se sentaba más cerca de Juanito para verlo trabajar. Pasaron casi toda la tarde diseñando juguetes. Cuando Juanito se fue de aquel basural, Germán pensó: “Ahora que ya tengo los juguetes y los sé hacer los presentaré en el museo de Arte y Reciclaje.”
Germán presentó sus esculturas al día siguiente e  inmediatamente fueron admiradas y aceptadas para presentar en una muestra que empezó a organizarse para la semana siguiente.
La muestra fue un verdadero éxito. La gente se maravillaba con los juguetes que Germán le había robado a Juanito.
Al día siguiente,  el niño se despertó, pero esta vez con un presentimiento de que algo iba a pasar, ni bueno ni malo, algo. Su mamá le sirvió el desayuno, pero la chocolatada se había acabado, en ese mate cocido algo malo se reflejaba. Prendió la tele, y fue cuando lo vio: “Artistas en la oscuridad”, decía el título de la noticia. “Impresionantes esculturas fueron presentadas en el museo de arte y reciclaje del pueblo, llegarían a pagar 100.000 pesos por cada una de ellas.” Juanito salió por la ventana, se sentía un súper espía, como esos que veía en las películas con su papá cuando no tenía que ir a trabajar. Lamentaba mucho no poder contarle a nadie, pero esto lo tenía que resolver él solo.  
El amanecer lo perseguía, Juanito por fin llegó al museo. Muy cansado esperó en la fila a que abriera la muestra, ya le había dado hambre así que era hora de saborear una deliciosa galletita. ¡Cómo le hacían acordar a la abuela! Esta iba a ser una gran historia que contaría a sus nietos.
La hora de apertura comenzó y Juanito no podía más de los nervios, no sabía lo que iba a decir ni cómo lo iba a enfrentar. Entró a la sala principal. Sus manos estaban tan transpiradas..., tenía como un mar de palabras que querían salir. Se paró firme, no podía creer lo que estaba haciendo, fue cuando Germán apareció.
—¡Ey, amigo!— gritó Germán —¡Viniste!
Juanito no podía más de la rabia, le estaba diciendo “amigo”. ¿Amigo a él? ¿Qué clase de amigo hace eso? Fue entonces cuando respondió: —Vos me robaste las esculturas. ¿Qué clase de “amigo” hace eso?
Germán lo miro desde arriba, con una sonrisa desafiante le dijo:
—Vos no sos nadie, no tenés el valor. ¿Crees que a alguien le importa que sean tuyas las esculturas?  Un niño como vos no podría llegar a ningún lado.
—Juanito lo miró y con una lágrima deslizándose por su mejilla lo señaló con el dedo:
—Prefiero ser todo eso antes que una mala persona como vos. Ya vas a ver.
Esa misma tarde, Juan volvió al museo, pero esta vez intentó que Germán no lo viera. Se metió a la oficina del gerente del museo.
—Disculpe, señor, tengo que hablar con usted— dijo Juanito.
El gerente lo miró con cara de desagrado
—Rápido, ¿qué querés?— respondió.  
—Las esculturas de Germán no son de él, son mías, yo las hice, él me las robó— dijo desesperado. —Nene, retírate de acá, no me hagas perder el tiempo.
Juanito salió de la oficina muy decepcionado, se sentó en el cordón de la vereda y tiró su mochila a su lado. Un ruido se sintió.
—¡La escultura!—gritó de alegría.
Agarró la mochila y corrió a la entrada del museo de arte y reciclaje.
—Señor, señor— entró gritando —tengo que hablar con usted
El gerente lo miró:
—¿Otra vez vos, nene?—. El gerente le dio la espalda y siguió hablando con sus compañeros. “Si no me quiere prestar atención, todos lo harán” pensó Juan.
—¡Germán es un trucho! Las esculturas las hice yo, miren.
Sacó de la mochila su tesoro más valioso y todos se sorprendieron al verlo.
—¿Y cómo lo vas a probar? Seguramente la robaste de acá —dijo el gerente. Juanito le sonrió y en ese momento Germán entró por la puerta:
—¿Qué pasa acá? —preguntó —Yo seré un chico pobre, pero no soy un pobre chico, y no seré vencido por ninguna circunstancia, y menos por un roba esculturas!— dijo señalándolo a Germán.
El pequeño se dirigió hacia el gerente y le mostró que debajo de esa escultura que él había traído, estaba la marca de su nombre, esa misma marca estaba en cada una de las demás obras de arte. Todo el museo sorprendido abucheó a Germán y éste señaló al niño al grito de “mentiroso, trucho, farsante”. Pero nadie le prestó atención. Los guardias agarraron a Germán de los brazos y lo sacaron afuera.
—Todo tu dinero será retirado—dijo el gerente —pero lo peor de todo es que nadie olvidará algo como esto.
Germán lo miró, después miró a Juanito que estaba a su lado muy sonriente:
—Me las vas a pagar— repitió una y otra vez a Juanito. Cuando volvieron a entrar al museo, miles de personas estaban aplaudiendo al niño. Se sentía de maravilla. Al finalizar la muestra, el gerente y Juanito hablaron en la oficina, el mayor propuso invitar a los padres a la reunión, pero Juanito respondió que prefería no involucrarlos, ellos no sabían nada. El gerente le explicó cómo funcionaba esta empresa y le explicó que todo el dinero que Germán había recaudado le pertenecía.  Juanito no lo aceptó, pero el gerente no podía conformarse: el dinero era de él. Fue cuando se le ocurrió: “Una escuela de arte, eso es lo que quiero”. El gerente muy sorprendido, aceptó y llamó a sus mejores empresarios. La obra comenzaría de inmediato.
Meses después, el edificio estaba terminado y Juanito estaba muy ansioso. No sólo porque le había dado trabajo a su familia y amigos, sino porque también había creado un lugar donde los chicos podrían desarrollar su creatividad y olvidarse de sus problemas.
“El barrilete de papel”, se llegaba a leer desde afuera. Además de las miles de actividades planeadas y controladas por magníficos artistas dentro del instituto estaba la hora preferida de Juanito. Llegadas las cinco de la tarde, los chicos de las distintas aulas se reunían todos juntos en un comedor enorme y grande. Allí merendaban chocolatada con galletitas y unas cincuenta abuelas estaban listas para contar interesantísimas historias que nadie nunca quería perderse. Juanito pensaba que era el momento más hermoso del día. En cada suave palabra que salía formando un llamativo sonido, un chico comenzaba a volar en las mágicas tierras de la imaginación. Y eso era lo más hermoso del mundo. 

Equipo 5: Simón Cano, Indiana Pfisterer, Francisco Schwarz, Renata Suffia

Juanito: Una historia de infancia

Hoy soy una de las personas más queridas de la clase. Con mi delantal viejo pero limpio, mis zapatos viejos pero lustrosos y mis útiles conseguidos en el basural, tuve la capacidad de demostrarles a mis compañeros que,  aunque a veces las cosas resultan más difíciles para unos que para otros, la determinación de ser mejor puede ser un buen comienzo para cambiar la realidad. Así, comprendí  que cada agresión  pudo ser una oportunidad de mostrarles a mis compañeros cuánto se equivocaban conmigo…
Hoy soy feliz porque pude mostrarles mi mundo  y esto fue el comienzo de una nueva amistad.
   ***
  Esto no fue así desde un principio: agresiones, cargadas, humillaciones por parte de mis compañeros y de mis profesores, formaban parte de mis clases. Los recreos eran un infierno, pero yo estaba preparado para esto. Mis padres me habían hecho creer en mí mismo y eso constituía una de mis herramientas para ser quien soy en la actualidad. El haber crecido sin resentimientos a todas esas agresiones me han llevado a  ser una buena persona.
     Ese día me desperté muy feliz porque era mi primer día de clases. Al fin iba a ser   un chico normal como los demás. Un chico que va a la escuela y que tiene amigos y tarea.
  Me vestí y me encaminé al colegio. Cuando finalmente llegué, tocó el timbre. Formamos y conocí a los que iban a ser mis compañeros. No eran como yo pensé que iban a ser conmigo. Ni los profesores.
  Entré en el aula junto a mis  compañeros que me miraban y murmuraban cosas: “Que vuelva al basurero de donde vino”, fue uno de los murmullos que escuché de parte de mis compañeros. Ellos siguieron diciendo cosas de mí aunque no me importaba mucho... Y creo que a ellos tampoco les importaba mucho yo.
Los días pasaron y los insultos cada vez pesaban más, además eran todos contra mí. ¿De qué serviría tratar de convencerlos? Sólo se reirían y me insultarían más y más. Todo esto siguió y siguió por un par de semanas hasta que no pude más. Me paré, fui con la profesora y les grité a todos que eran  muy malos compañeros y que ellos no sabían lo que era la verdadera felicidad y todos se me quedaron mirando. Entonces, empezaron  a darse cuenta de los daños que hacían con sus comentarios fríos y malvados.
Corrí hasta el basurero para reflexionar y pensé: “La felicidad no es sólo para los que tienen dinero, pero a veces pienso que sí..., aunque nadie puede ser feliz con la infelicidad del de al lado”.
Reflexioné toda la noche y me decidí a seguir yendo al colegio. Me dijeron un par de cosas más, pero los ignoré como si no estuvieran allí. Al principio les dio igual, pero luego se sintieron con una leve pena. Al final del día fui al frente y les pregunté qué se sentía. Un silencio inconmensurable invadió la sala. Les expliqué que yo me sentía así todos los días de mi vida, se fueron sin hablar. Se dieron cuenta de que no todas las personas tienen una vida normal, que algunos niños tienen que salir a trabajar porque sus padres no tienen el dinero necesario para mantenerlos, también que las personas no se califican por lo que se ve por afuera sino por lo que tienen adentro.
La lección fue dura, pero fue el punto de partida, de cambio para que yo les empezara a mostrar mi mundo. Un mundo de aventuras, de creatividad, de ingenio, en el que con una chapita de gaseosa podía organizar un campeonato de fútbol; con una gomera, una cacería en África; con unas figuritas, un torneo lleno de estrategias. Y ellos también me mostraron un mundo de delicias: chocolates que no conocía, jardines llenos de flores y árboles hermosos. Una madre que nos servía la leche a las cinco en punto, perros sin pulgas y juguetes que todavía no había conocido en el basurero.
Así fue como nuestro mundo se fue relacionando y encontramos todos que en la diversidad en las formas de vivir, en las formas de pensar, vamos encontrando todos poco a poco la alegría de vivir, que no es sino un crecimiento continuo a partir del encuentro con el otro.

Cuentos realistas: Producto del trabajo colaborativo por equipos

GRAMAJO_Con-el-santo-y-la-limosna.jpg
Vamos a empezar a publicar los cuentos que resultaron del trabajo colaborativo a través de Google Drive en el que cada grupo debía escribir un cuento a partir de una pintura famosa. Pueden encontrar las consignas  del proyecto aquí.

Esta entrada la vamos a dedicar a los equipos 1 y 4 que trabajaron con la pintura "El santo y la limosna" de Alfredo Gutiérrez Gramajo. Estos son los cuentos que resultaron del trabajo de todos ellos. ¡Espero que los disfruten!

Equipo 1: Aversano Malena, Burruchaga Ignacio, Carnecky Ramiro, Delgado Lucía y Pedernera Rocío

El santo de mi vida
Acá estoy yo, paralizado frente al astillado espejo que cuelga de un fino hilo de la punta de un clavo, ya no sé qué hacer con mi vida: el santo que tengo acá en mi casa no da señales, y la pobreza me está comiendo vivo.
   Las ofrendas que le doy al santo de la Iglesia San Ramón Nonato no dan resultado, parece que ni al santo le importa mi vida…
   Mi vida está vacía, sin familia ni amigos… Lo único que me queda de mi familia es este collar de la suerte en forma de carta. Pero yo sigo teniendo fe. Soy tan desdichado que le hablo al espejo como si éste me pudiera responder. Estoy vacío, la vida no tiene sentido y estoy avizorando un futuro de miseria y de disgusto. Necesito dinero y por él soy capaz de hacer lo imposible.
   Ya estoy rendido ante mis pensamientos, todo es inútil y ya no sé qué hacer… La única solución posible, aunque no la desee, es el robo. El robo es un delito, ya lo sé, pero no hay más opciones, la solución es única, otra opción no hay.
   Pensé por horas qué podía hurtar, pero no se me caía una idea: un auto, un secuestro…No eran muy buenas opciones ya que llamarían mucho la atención de la policía...

   Ya es domingo. Estuve toda la noche sin dormir ni sentir el más mínimo cansancio. Como era mi costumbre, exactamente a las doce tenía que ir a la iglesia a otorgarle ofrendas al Santo.
   Salí de mi pequeña casa, hoy el día es distinto a todos los días en Tucumán, está como más ventoso y más frío,  me parece raro que haga tanto frío en mayo, ni me quiero imaginar lo que será este invierno… El lugar sigue igual que siempre: con mucha basura y lleno de todo tipo de olores nauseabundos.
   No me importa el frío que tengo. Camino hacia la iglesia observando con atención el pueblo. Monteagudo para mí es una de las ciudades más lindas de Tucumán, lástima que yo vivo en este pueblo, que es uno de los más pobres de por aquí: es pequeño y  está lleno de casas precarias como la mía,  unas pegadas a las otras. No tenemos un centro grande, solo un supermercado. Sin dudas, lo más importante de lo poco que tenemos es la iglesia: San Ramón Nonato, a la cual voy todos los domingos.
   De pronto empieza a lloviznar, me quedo parado mirando cómo  el cielo se va llenando de nubes hasta quedar si una sola luz del sol. Agarro mi collar de la suerte y miro otra vez al cielo pidiendo por favor que este día sea especial, que se me ocurra algo para vivir mejor.
   Llegó a la iglesia, sigue lloviznando, me paro en la puerta y saludó amablemente al policía Juan Quiroga. Es un hombre alto y barbudo, muy creyente y siempre cuida la iglesia los domingos. Entró aliviado, afuera hace mucho frío, camino por los anchos y rojizos pasillos de la iglesia. Entonces, lo veo: gigante, majestuoso… Pienso: “Debe valer una fortuna”.
   El santo es de madera, está total e increíblemente decorado… Tengo que admitir  que, a pesar de  que vengo todos los domingos, jamás había reparado en él.
   Ya estoy de vuelta en mi casa, bueno... en este amontonamiento de chapas rotas y maderas podridas, y tengo mucho frío… Pero ya conozco mi objetivo, lo único que me falta es encontrar la manera de robarlo.
   Ese santo sería mi salvador después de todo… Sé que no es el santo al que le dejo ofrendas pero al menos tendré un santo que estuvo en la iglesia. Y siento que me va ayudar, que será el que me otorgue una vida digna para un hombre de Monteagudo.
   Después de muchas horas pensando cómo iba a robar el santo, me rendí y decidí improvisar, sin tener un plan muy ingenioso. Como mañana es lunes, no creo que haya mucha gente, y creo que Juan, el policía, no trabaja los lunes… Ya me decidí, lo voy a hacer…

   Creo que son las diez de la mañana, y recién me despierto: el rayo de sol me da justo en la cara, estoy tan cómodo y calentito que casi se me olvida lo que tengo que hacer, entonces me despierto rápido y salgo.
Hoy el día no está como ayer, hoy el cielo está despejado y no hace frío, así que camino tranquilo y despreocupado.
   Ya es la hora, tengo que hacerlo, estoy en la puerta y no veo a nadie, así que decido entrar. Recorro el mismo camino que hice ayer para encontrarlo: ahí está, en el mismo lugar, observo que no haya nadie y lo agarro… Y entonces veo que detrás del santo está la limosna guardada, así que también me la llevo.
   Con las dos cosas no puedo. Decido guardar el santo abajo de mi remera pero no me entra, entonces tengo que llevar las dos cosas entre mis manos, cosa que es muy difícil. Cuando salgo, accidentalmente, se me cae el santo al piso y escucho gritos. Me doy vuelta: es Juan Quiroga, el policía. No tenía ni idea que trabajaba los lunes...          
   Entonces, levanto al santo rápidamente y empiezo a correr como puedo, intentando que no se me caiga nada… Juan jura que si no le devuelvo el santo me mata.
  
   Ya había perdido al policía cuando veo un colectivo a punto de avanzar en la  parada, me trepo rápidamente y me siento en el fondo pensando en lo ocurrido.                   Siento que la gente no hace otra cosa que mirar al santo.
   No sé qué hacer con mi vida,  solo tengo el santo y la limosna.
   Es increíble, la única vez que el dinero no me falta, no me siento bien, siento que la culpa es más pesada que el santo y la lucha por escapar de ahí.
   El autobús avanza como las horas, sin saber siquiera hacia donde me dirijo, la gente sube y baja y yo permanezco inquieto en el mismo asiento. Mi vida pasa ante mis ojos, todos mis logros y fallos, mis buenas acciones y las malas. Mi vida será diferente a partir de ahora, no tendré los problemas económicos que me venían atormentando, seré, de una manera u otra, un hombre feliz.
   El autobús avanza y me entero por el altavoz que me dirijo hacia Buenos Aires…

    Llegué hace dos horas a la terminal de Retiro y hay mucho más movimiento que en Tucumán. La gente va apurada por todos lados y me veo totalmente fuera de lugar.
Camino lentamente hacia la salida cuando un hombre me toca el hombro
   -Hola, soy Edgardo Salgado, Jefe del club de arte de Palermo.- ¿Me está hablando a mí? ¿Por qué un jefe del club de arte de Palermo me hablaría a mí? La verdad no se aparenta como un jefe pero lo sigo escuchando atentamente.- Veo que llevas contigo una pieza muy interesante, ¿es tuya?
   Me quedo callado por unos segundos sin responder.-Si, la estuve haciendo en Tucumán y quería ver si tenía éxito acá en Buenos Aires.- respondí con miedo de que no me creyera ¿y si era una trampa?
   -El éxito no llega solo- me dijo - y yo te puedo ayudar. Ven a mi oficina el jueves al mediodía y discutiremos condiciones. ¿Te gusta la idea?
-Claro que sí- dije sorprendido.
   El señor se aleja y yo me quedo estático, como no soy artista y no tengo la menor idea sobre el tema no sabía qué decir en la reunión, pero sí sé que esto puede cambiar mi vida.
   Estoy durmiendo en la plaza San Martín donde me preparo para el Jueves, que será, seguramente, el día más importante de mi vida…

   Llegado ya el gran día estoy un poco nervioso, voy por la avenida Santa Fe hacia la oficina de Salgado. Transpiro mucho, debe ser producto de los nervios.
   Llego al edificio, las grandes columnas y ventanas me hacen sentir presionado pero no le doy importancia y subo al ascensor, marco el piso 35 y subo directo a su oficina con el santo entre las manos.
   Salgado me esperaba con un banquete de bienvenida, era claro que se interesaba en “mi obra”. Me invita amablemente a sentarme en su escritorio y me cuenta su propuesta, que consistía en exponer el santo en el Malba y esperar por un comprador, él se quedaría con una parte del dinero de la venta. Me pareció bien la oferta, la acepté y le entregué el santo que sería puesto inmediatamente en exposición.
Pasaron algunos días y cuando voy a la recepción del hotel me dicen que tengo una carta. La leo y es de Salgado, me está diciendo que encontró un comprador para el santo que quiere cerrar el trato lo antes posible.
   Paro un taxi en la esquina y me voy hacia el imponente edificio en el que se encuentra la oficina de Salgado. Allí marco nuevamente el piso 35 y llego a destino.
El comprador era el brasileño Paulo Da Silva, un admirador del arte religioso popular muy conocido en el mundo, a quien yo, un hombre pobre de Monteagudo, no conocía.
La oferta era clara: ofrecía un millón y medio de dólares por el santo.
   Hablo con Salgado a solas y opina que la oferta es conveniente. Él se quedaría con medio millón y yo disfrutaría del millón restante.
   La transacción se realizó sin problema alguno y cada uno retomó su vida... Ahora ya no soy un pobre tucumano, sino un millonario que puede disfrutar de su actual fortuna.
Con el tiempo me compré una casa y aprendí a manejar, conseguí importantes inversiones de las cuales podría vivir mucho tiempo.
  
  
Esto ya no daba para más, ya estaba cansado de ver todo tan arreglado y perfecto. No estaba, acostumbrado a tanto lujo, tanta plata. Mi cabeza no paraba de dar vueltas, no podía dejar de torturarme. La pobre iglesia sin su santo, las personas creyentes como yo sin un santo. Fui muy egoísta.
  Comienzo a pensar que hay que darle un fin a todo esto, mañana mismo parto para Tucumán. Pensándolo bien, vivir “bien” no era para mí. Mientras hacía la valija, mi mente entraba en un vaivén de dudas, mi cabeza explotaba. Era como si tuviera dentro una pelotita rebotando, diciendo en un lado “si” y en el otro “no” continuamente.          No obstante, mi decisión era muy firme no voy a renunciar, voy a hacer lo correcto.   Diré la verdad.
 Camino hasta el Malba, pensando cómo será mi vida ahora que voy a decir a verdad.    Entro, saludo a todo el personal amablemente porque ya me conocían, llego a la oficina de Salgado y lo veo a él  hablando con Juan Quiroga ¿Que hace acá él? Me agacho para que no me vean e intento escuchar algo pero como soy tan tonto me caigo, haciendo un ruido enorme. Me vieron ya no sé qué hacer. Entonces salgo corriendo lo más rápido que puedo, Juan me está persiguiendo, ya no puedo  más me canse, sin embargo veo una tienda y sin pensarlo me meto. Por suerte Juan no me vio y siguió corriendo, espero unos minutos para estar seguro de que no esté salgo miro para todos lados y no veo a nadie. Con mucho miedo voy corriendo hasta mi casa.
   Dormí con mucho miedo pensando en qué estaría pasando. De la nada, tocan el timbre, abro la puerta y desgraciadamente era un policía, pero no era Juan. No sé qué hacer si correr si cerrar la puerta...
   -¡Vos no te vas a ningún lado!-me dice, intento escapar pero no puedo, y me agarro con mucha fuerza y me puso las esposas.
   Entré en una especie de trance a partir de ese instante, no recuerdo como llegué a comisaría pero ahí estaba. Sentado delante de una policía gorda, que me ametrallaba con un montón de preguntas que me aturdía. No entendía nada, contestaba automáticamente todo, no me pregunten que dije. En un momento me quedé más solo que nunca la policía se fue, pero todavía no entiendo cómo me descubrieron, yo no dije nada. Como me encantaría que mi santito estuviera acá conmigo, para sacarme de este calvario. Me puse a rezar, para que me ayude una última vez:
   -¡Dale, che ya no te pido más nada!-. Desesperado apoyé con tristeza mi cabeza en la fría mesa, esperando que algo suceda. Lo único que sucedió fue que apareció un policía. Y me explico todo, al parecer todo esto fue un plan para atraparme. Salgado era un viejo amigo de Quiroga y planearon todo esto, cuando Quiroga me vio subir al micro inmediatamente llamó  a Salgado para que vaya a retiro y para que me mienta con lo del Santo. Hicieron todo esto para ver si yo decía la verdad, pero al final les termine mintiendo a todo el mundo. Conclusión que no existe ningún Paulo Da Silva que le interese el santo, me pagaron pensando que yo no aceptaría tanta plata y diría la verdad, pero no porque soy un egoísta y mentí. El Santo ya está en la iglesia San Ramón Nonato, lo llevaron ni bien lo entregue.
  -Ahora estás condenado a 4 años de prisión, por robar el santo y por mentir sobre el robo.-me dijo el policía.
   Cuando escuche 4 años apenas intenté hablar pero perdí el conocimiento.
   Me desperté en una cama de un  hospital, me sorprendí al ver que a mi lado estaba Juan. Ahora entiendo que todo esto lo planearon para quedarse con el santo y matarme de una vez. Juan me dijo que ni bien me recupere me mandan a prisión. Esas fueron  las peores palabras en mi vida que escuché. Con eso digo todo, mi vida ahora esta arruinada por completo.

Equipo 4: Julia Fazio, Catalina Gamero, Ezekiel Kentros y Mayra Pagano.
El Camino de un Artista

    Me encuentro aquí en mis últimos momentos de vida. Ya no sé qué pensar, ya no puedo pensar. Solo aparecen algunos recuerdos… De chico me gustaba imaginarme que podía llegar a ser de grande. Seguía los pasos de mi padre, a él le encantaba pintar con lo que tenía. Yo, a veces, le pedía permiso para pintar, pero él nunca me dejaba; sus pinturas eran lo más importante que tenía después de mí. Será por eso que lo único que deseo ahora es hacer lo que más me gusta: pintar.
Siguen los recuerdos: Cuando cumplí los 15 años empecé a pintar con lo que mi padre me había dejado; al principio, no eran muy buenas mis pinturas, no tenía experiencia. Observaba siempre un cuadro que mi padre había dejado a medio terminar Antes de morir. Me imaginaba mil formas de terminarlo. No me animaba. La imagen del Santo en ese cuadro era poderosa: me atemorizaba, me impactaba.
    Recuerdo que hace unos meses por fin me habían dado la oportunidad de exponer mis pinturas en un lugar muy conocido, estaba muy feliz y emocionado, era lo que siempre había querido. Me llamaron para tomar mis datos y para ver cuántas obras tenía para exponer. Pero para mi suerte, unos días antes del día de la exposición, me enfermé, llamé a un médico para que me dijera si debía tomar medicinas o algo, pero no supo bien lo que me pasaba. Me preocupé bastante: no quería tener una enfermedad seria antes del gran día. Me dirigí hacia un hospital para saber qué me estaba pasando. Me dijeron que era algo grave y que por eso me tenían que hacer unos estudios, que podían llegar a cambiar todo. Los doctores pensaban que tenía cáncer de pulmón.
    Las habitaciones del hospital eran grandes, luminosas y frías. Me tocó la número 236. Tenía una cama amplia, un sillón por si recibía visitas, un baño privado, una máquina y una vista increíble. Pedí pinceles, un lienzo blanco y colores. De alguna manera iba a pintar, no sabía qué, pero lo necesitaba. Los doctores volvieron y, finalmente, me lo confirmaron: tenía cáncer de pulmón. Me dijeron que iba a ser muy difícil presentar la muestra debido a que el cáncer había avanzado y teníamos que empezar con la quimioterapia lo más rápido posible, antes de que una tragedia sucediera. 
    Me desilusioné. La exposición de mis obras era el sueño de mi vida, pero ahora era casi imposible. No planeaba darme por vencido, pero tampoco encontraba una manera de hacer las dos cosas: de curarme y de llevar a cabo mi sueño.
Unas semanas más tarde tuve una idea: no sería fácil, pero debía hacerlo. Tendría que lograr verme de una forma en la cual no se notara que estaba enfermo. Necesitaría “disfrazarme”. Cuando encontré los elementos adecuados para hacerlo, me escabullí por los pasillos hasta llegar a la salida. Me dirigí hacia el lugar de la muestra, me recibieron y la inauguración comenzó, ¡fue un éxito! Un montón de personas estuvieron ahí por los cuadros pintados por mí, me sentí muy orgulloso, pero en ese momento sentí un dolor muy fuerte en el pecho y no sentí nada más hasta llegar al hospital.
    Ahora me llevan a la sala de operaciones, me aplican anestesia, y ya no siento nada más. Cuando tomo conciencia de donde estaba me doy cuenta que el cuadro seguía ahí, ahora que lo miro me doy cuenta que ya es un cuadro terminado y si mi padre estuviera aquí estaría muy feliz.
    Mi corazón se detiene poco a poco. Alguien, pero no sé quién, empieza a llorar. Escucho el ruido del respirador y las exclamaciones de sorpresa de los médicos, pero ya no puedo sentir nada ya que lo único que veo es una luz blanca, pero…

jueves, 27 de noviembre de 2014

Premios de Literatura de la NES

¡Hola a todxs!
Entre los premios de este año del Concurso de Literatura de la NES en el que participan varias escuelas de la zona, han salido premiados cuatro de nuestros compañeros de Primer año. En el género "Narrativa", Ramiro Carnecky ganó el segundo premio, mientras que Valentina Novo obtuvo el tercer premio. Lara Mouzo, por su parte, mereció una primera mención.
En el género "Poesía", Malena Aversano obtuvo el tercer premio.
¡Felicitaciones a todos ellos!
Estos son los textos ganadores:

GÉNERO:  NARRATIVA

Robo a la Nación
"Era un hombre raro de torpeza irremediable"
Ramiro Carnecky
Ramón Morales era un pobre desempleado que robaba para poder vivir. No realizaba grandes robos, pero era un criminal.
Años ya habían pasado desde que había perdido su trabajo de vendedor en un local de la 9 de julio y, ya en quiebra, sin poder robar debido a su larga edad, supo que era el momento para su último robo, pero él sabía que debía ser algo muy grande.
Luego de pensar por días, él supo qué hacer: debía robar la bandera argentina que cuelga del mástil de la Casa Rosada y luego la vendería por una gran suma de dinero.
Esto no le sería fácil, por lo tanto, necesitaba cómplices. Logró convencer a su hermano Eugenio y sobornó a un granadero con unos anillos de plata que había robado tiempo atrás.
Ya estaba listo el equipo, pero no sabían cómo hacerlo. Surgían ideas, pero ninguna convencía. Hasta que Eugenio supo qué hacer. Como entre ellos había un granadero, no sería difícil realizar el robo durante el cambio de guardia. Ya sabían cuál sería el momento, pero Ramón y Eugenio debían bajar la bandera y lograr huir sin ser descubiertos.
Llegado el día del robo, como siempre Gabriel, el granadero, fue a hacer su turno de guardia mientras los otros dos ajustaban detalles.
De repente, se escuchó un gran estallido detrás de la Casa Rosada y todos los granaderos fueron a marcha rápida hacia ese sitio mientras Gabriel cortaba con su espada el gran cordón al que estaba atada la bandera.
Detrás de la Casa Rosada estaba Eugenio, que había hecho estrellar un gran camión contra una de las grandes paredes de la Casa. Claramente él fue arrestado, pero eso estaba en los planes de Ramón.
Gabriel ya había bajado la bandera y estaba corriendo con la bandera enroscada al hombro, pero él tropezó y fue visto por otro guardia, el cual empezó a correr e hizo sonar la alarma de alerta. Ni la alarma pudo detener el robo ya que Ramón estaba con un gran helicóptero esperando detrás de la Rosada, al cual se subió y lograron escapar.
Lograron vender la bandera a la mafia china por 30 millones de pesos, pagaron la fianza de 3 millones para sacar a Eugenio  de la cárcel y así estuvieron los tres libres con 9 millones cada uno en sus bolsillos.

Tercer premio
Una segunda oportunidad
Valentina Novo
Había una vez una familia que vivía en un bosque. Estaban la mamá, el papá y los cuatro hermanos.
Tenían una casa muy alejada de la ciudad, era grande. Las paredes estaban pintadas de amarillo, y el techo estaba hecho de lajas rojas. Pedro, que era uno de los más grandes, siempre era el encargado de cuidar de sus otros tres hermanos. Martín y Tomás, los del medio, y Juan, el más chiquito.
Juan estaba atemorizado porque todos sabían que en el bosque habitaban criaturas espantosas. Pero lo peor era el lobo. Nunca lo habían visto aunque igual Juan lo temía...
Una tarde de sol los hermanos estaban jugando en el bosque y Juancito era el único que estaba en la casa. Aunque todos los hermanos le decían que no pasaba nada, Juan no salía.
Una noche estaban acostados los cuatro en su habitación, y escucharon un ruido de la ventana. Pedro se acercó, corrió la cortina y ahí estaba: con los colmillos pegados al vidrio, todo lleno de saliva y con una mirada que paralizaba. Pedro llamó a los hermanos, y juntos fueron corriendo por la escalera al cuarto de los papás.
-Quédense acá- dijo el papá. 
Agarró la escopeta y bajó. La mamá, asustada, se metió con los nenes en el armario. Juan no quería que el papá le hiciera daño al lobo. De repente, se empezaron a escuchar ruidos.
-El lobo entró- gritó el papá.
La adrenalina que corría por el cuerpo de Juan era imparable. El papá cargó la escopeta y se escondió debajo del sillón. El lobo saltó y cuando se dieron cuenta el hombre estaba apuntándole al animal. Juan empujó a los hermanos y salió corriendo del escondite. Llegó al living y en ese momento, gritó:
-¡No, papi!¡No lo mates! Todos merecemos una oportunidad.
El padre lo miró, tomó una soga y ató al lobo. 
Esa misma noche, lo subió  a la camioneta y lo llevó hasta el veterinario.
-Acá lo vamos a cuidar bien, lo vamos a tranquilizar y se va a portar bien.
Cuando el hombre regresó, todos en el bosque lo aplaudían. Ahora podían vivir en paz. Juancito lo abrazó y le susurró al oído: "Gracias". El papá lo miró y le respondió: "No, hijo, gracias a vos por hacerme una mejor persona."

Primera mención
¡Dios mío! Me estoy haciendo adolescente
Lara Mouzo
"Porque los adolescentes son medio torpes"
Tengo 12 años y como todo niño me gusta jugar, divertirme, pasarla bien y no preocuparme absolutamente por nada...
Las cosas iban bien hasta que un día me di cuenta de que mi mundo entero cambiaría y no sería el mismo otra vez o, por lo menos, por un tiempo, por un laaaaargo tiempo.
Paso a contar: Me enteré de que ese punto rojo gigante, ese volcán a punto de hacer erupción en mi frente se llama "grano". Les cuento la anécdota: 
Un día como cualquier otro, yo me levanto con los pelos para todos lados (como siempre), pero cuando voy al baño y me miro al espejo: "¡Dios mío! ¿Qué es eso? ¡¿Qué hace esa cosa en el medio de mi frente?!"
Otra cosa: Estoy feliz, feliz, feliz, feliz, feliz, ¡Guaaaaaaaa! Lloro. Todo el tiempo lloro y mi pieza se inunda con lágrimas que no puedo retener.
Lo peor es que, cuando mis papás me preguntan por qué, yo les contesto: "No sé". ¡Y es porque no sé! Es ridículo. ¿Dónde se vio a una persona que llora y no sabe por qué? Algo todavía peor es que cuando les explico a mis papás qué es lo que me pasa, ellos no me entienden. Nunca me entienden. ¿Entienden? No entiendo por qué no me entienden.
Les cuento otra anécdota: Me comentan que me crecerán (diciéndolo de una manera fina) "vellos" en ciertas partes de mi cuerpo y aparecerán aromas (creo que son feos). Me dicen que para evitar esos aromas, tengo que usar "antitranspirante" todos los días. ¡Qué horror! ¡Qué embole! Debe ser muy aburrido... Un día, mi mamá me dijo que vamos a tener que ir a la depiladora: ¡¿La depiladora?! ¿Qué es eso? Y cuando me dijo que teníamos que ir seguido, ¡casi me desmayo! ¿Y si me tira? ¿Y si me asusto? ¿Y si me duele? ¿Y si lloro? ¡Dios mío!
También quiero hablar del amor. ¡Aaayyy, el amor! ¡Qué lindo el amor! Cuando el chico que me gusta se me acerca, yo me paralizo y no sé qué decir. Cuando él me saluda con un "hola", lo único que puedo hacer es mostrar una sonrisa boba y decir un pequeño y estúpido "hola". No sé cómo actuar frente a él... ¡Dios mío! ¿Qué es lo que puedo hacer?
¡Ay, los adolescentes! Los adolescentes somos tan desproporcionados... Primero nos crecen las piernas, después los brazos, después el tronco, después los pies y por último, la cara de niño se transforma en cara de adolescente con muchos granos. También somos muy torpes. ¡Dios mío! ¡Qué torpes somos! A veces quiero abrazar a un amigo y cuando abro los brazos, le pego un bife al de al lado...
Bueno, estas son algunas de mis tragicomianécdotas (anécdotas trágicas para los adolescentes pero cómicas) que les puedo contar y, seguro, habrá muchas más. Me dicen que éste va a ser un cambio, un gran cambio, un hermoso cambio. Un cambio que recién comienza. Este cambio va a ser una gran aventura y estoy muy ansiosa por saber qué me espera en el camino.

CONTINUARÁ... 
(¡Dios mío!)

GÉNERO: POESÍA
Tercer premio
La llave de los sueños
Malena Aversano

La puerta de mis sueños
ha sido abierta
con la llave de los sueños
que aletea.

Con sus alas de colores
vuela por todo el lugar
pero como se perdió
ya no puede volver a su hogar.

Quiere volver al sueño
en el que iban a ser las siete,
pero se equivocó
y tropezó con el sueño del balcón.

En el sueño del balcón
de la nada apareció un halcón
y como tanto se asustó
se paró y voló.

Volando por los sueños
logró ver a lo lejos
la puerta que le pertenecía 
y entró de alegría.