Esta es la tercera entrada dedicada a los cuentos que resultaron del trabajo colaborativo a través de Google Drive en el que cada grupo debía escribir un cuento a partir de una pintura famosa. Pueden encontrar las consignas del proyecto aquí.
Esta entrada la vamos a dedicar a los equipos 3 y 6 que trabajaron con la pintura "La lectora" de Isabel Guerra. Estos son los cuentos que resultaron del trabajo de todos ellos. ¡Espero que los disfruten!
Equipo 3: Bruno Fazio, Facundo Fernández, Lara Mouzo y Sol Rodríguez
María y su libro
María del Avaro pertenece a una
familia adinerada que se encuentra en Zaragoza, España. Vive con su madre,
Jazmín Rojel.
Cuando María tenía apenas 12 años
el padre falleció y, desde entonces, la madre se ha vuelto estricta con los
estudios y obligaciones de su hija. Ella quería que se concentrara en su
formación académica y su futuro, pero a María le importaba más leer siempre el
mismo libro de poesía. Porque siempre siente lo mismo al leerlo: pasión. María
poseía muy poca cantidad de libros y era este, específicamente, su favorito.
Durante unos tres años, María
sigue obsesionada con el mismo libro, tanto que Jazmín (la madre) comienza a
preocuparse: María ya no tiene tantos amigos como antes, no le interesa salir
de la casa, ni siquiera para pasear, sólo quiere leer, leer poesía todo el día
encerrada en su cuarto.
Llega a tal punto esta obsesión
que Jazmín decide enviar a su hija como pupila al convento de Santa Lucía. No
sólo para que se concentre y estudie, sino para que trate de hacer nuevas
amigas.
-Esto es por tu propio bien-le
dice Jazmín antes de que María parta rumbo hacia al Convento-Ya sabés que
te amo mucho y sólo quiero que seas feliz.
-Está bien, mamá, pero dejame
conservar mi libro, por favor.
-Sólo si me prometés que harás
otras cosas además de leer tu libro.
Y con esa promesa comienza el
viaje de María. Ella no sabe si debe sentirse triste, ya que estará los
siguientes cinco años lejos de su casa; o feliz, ya que su madre no la
molestará más y podrá leer todo el tiempo que quiera su libro preferido.
Apenas llega, puede observar una
edificación antigua que abarca una superficie extensa. Tiene forma de
rectángulo en cuyo centro hay un gran jardín que está muy bien cuidado. Allí
hay todo tipo de flores: rosas, claveles, margaritas y jazmines. Estos últimos
le recuerdan a su madre.
Unos días más tarde, María
comienza a extrañarla y también empieza a sentirse abandonada. Este pensamiento
la abruma y enoja tanto que la conduce a un comportamiento inadecuado. Se pelea
con sus profesores, se pelea con sus compañeras y no cumple con sus tareas ni
con sus responsabilidades dentro del Convento.
Se siente tan enojada y triste
que decide dejar de comer, encerrarse en su cuarto y leer su libro de poesía,
se diría, de manera enfermiza.
Las autoridades se preocupan por
el estado de salud de su alumna que se resiste a cambiar de actitud y a recibir
ayuda. Por esta situación, la vida en el convento se torna insostenible para
María, sus compañeras y sus profesores.
Por este motivo, sus encargadas
deciden comunicárselo a su madre quién se preocupa y angustia mucho y por lo
que decide viajar lo antes posible hacia el Convento
Una vez que llega, puede hablar
con su hija y entender lo que María siente: una gran tristeza porque la extraña
y porque, en realidad, quiere estar con ella en su hogar.
Jazmín abraza muy dulcemente a
María que llora desconsoladamente. Le acaricia el cabello y le pide perdón por
haberle causado tanta angustia.
Finalmente las dos vuelven a su
hogar, pero antes ambas llegan a un acuerdo propuesto por la madre que consiste
en que no le prohibirá leer el libro que tanto le apasiona, siempre y cuando se
haga tiempo para leer otros autores de poesía y para hacer amigas.
A María le agrada la propuesta y
acepta gustosamente. También se da cuenta de que no hubiera podido vivir sin su
madre, así que se siente feliz de arreglar el acuerdo, cuyo único propósito no
es otro que el hecho de que ambas sean felices.
Pasó el tiempo, mucho tiempo y
hoy María se ha convertido en una famosa poetisa incrementando de esa forma su
vida social y así su felicidad.
Equipo 6: Guillermina Capobianco, Tobías Fontana, Olivia Mange,
Lisandro Pérez Casarín y Magalí Santágata.
Una Carta Equivocada
España, 17 de Octubre
1987
Querida Maguie:
Me acuerdo cuando nos conocimos
ese día que viniste a mi pueblo y nos hicimos amigas. Me diste tu dirección y
me dijiste que, si alguna vez necesitaba tu ayuda, te escribiera una carta. Y
aquí estoy.
Ya perdí la cuenta de las veces
que leí este libro, sé de memoria cada palabra, cada párrafo, cada diálogo, sé
todo. Necesito otro libro. Si no, me voy a morir de aburrimiento. Odio
estar encerrada, pero mi hermano y mi madre siempre se están peleando, siempre
por lo mismo: el dinero. Es horrible querer ir al comedor y que estén
quejándose de la economía del país o de nuestra pobreza, siempre me pongo
triste cuando los escucho. Aunque la verdad es que mucho no me importa. Yo soy
feliz y tengo todo lo que necesito: una familia, una casa y lo más importante:
el amor de mi vida, Tomás.
Teruel, como ya sabes, es un
pueblo muy pequeño, uno de los más pequeños de España, y es una de las aldeas
menos habitadas y pobres de la zona, pero a mí me parece un lindo lugar, será
porque no conozco otros.
Vivo a dos cuadras de la casa de
Tomás, mi novio, que tiene veintidós años. Es alto, con pelo castaño y ojos
verdes. Tomás vive con su madre, su padre y sus tres hermanos.
Él tiene menos tiempo para
disfrutar que yo, ya que su familia es más grande y todos tienen que
alimentarse. Son tiempos difíciles, cada vez que tenemos alguna buena cosecha,
es motivo de festejo.
Pero un día llegó el momento de
separarnos: La semana pasada me contó que se tenía que ir al campo porque,
según su padre, les iría mejor allí, me dijo que era por unos meses. Sentí cómo
se me iba el alma del cuerpo. Es muy devastador, ya que no hay día que no
pasemos juntos. Con él puedo desahogarme, reírme, llorar...
En ese momento, recordé aquel día
en el que estábamos en la Plaza Carlos Castel compartiendo un helado de Kalise,
de vainilla y frutilla. Ese lugar me recuerda a nuestra infancia... Estábamos
de la mano, hablando y Tomás contaba chistes ya que lo que más le gustaba a él
era hacerme reír. Mientras esperábamos el atardecer, le canté y le dediqué las
últimas canciones de amor.
Cuando él me contó la noticia, no
tuve mejor idea que arrancar mi hoja favorita de mi único libro. Esta
hoja era muy importante para mí. En ella hay un poema que me hace sentir feliz
al leerlo. Describe una tarde hermosa de la pareja de este libro:
“En la esquina de mi casa
yo te veo llegar
con un ramo de rosas
a la par de la paz,
seguimos caminando muy lejos, muy lejos
cuando estoy contigo tiemblo sin parar.
eres mi amor
y siempre te amaré.”
Nos escribíamos mucho, pero hace
tiempo que no tengo noticias de él. No me escribe y no sé qué pensar… Maguie,
¿tú qué crees que habrá pasado?
Antes de ayer partió en un tren
hacia su destino y desde entonces estoy ansiosa esperando su carta, pero no
llegó nada. Estos últimos días no hice nada más que esperar.
Una mañana, mi mamá entró a mi
cuarto y me entregó una carta. Abrí mis ojos sorprendida. Su nombre estaba en
el sobre, después de tanto tiempo había recibido algo de él. Torpe y
rápidamente abrí la carta y leí su contenido. ¡No lo podía creer!
“Querida Paz:
Lamento decirte que estoy muy enfermo y no sé si podré sobrevivir a mi
enfermedad. También te pido perdón por lo corta que es esta carta, pero
últimamente no tengo mucho tiempo, sólo recuerda que siempre te amaré, por
favor...
Tomás.”
No lo podía creer. Se me cayó la
carta al piso y fui corriendo a contarle a mi madre lo que había sucedido:
—¡Madre!
—¿Qué sucede, hija?
—Lee esto, por favor...
Mi madre leyó la carta.
—No lo puedo creer, hija. —dijo.
Y me abrazó.
—Yo tampoco, jamás podría creer
algo así.
Pasó una semana y no recibí más
noticias de nada, seguía leyendo una y otra vez esa carta, sin todavía creer
que fuera cierto.
Esa mañana me desperté muy
deprimida. Se Me vino vinieron a la mente los recuerdos de
cuando me visitabas y traías helado para compartir, eso me alegró un poco. Me
di un baño rápido y volví a leer la carta.
Al terminar de leerla, me fui a
caminar por la plaza en la que siempre salíamos a caminar y alejarnos de todo.
Ése era, es y será nuestro lugar favorito.
Cuando regresé a mi casa, tomé
una ducha y me acosté en la cama a pensar.
Unas horas después, escuché que
alguien tocaba a la puerta, y como no había nadie en la casa, supuse que iba a
ser mi mamá, pero para sorpresa mía era...
-¡Hola, Paz, te extrañé mucho!-
dijo Tomás abrazándome fuerte.
-¡Tomás! ¡Qué sorpresa que estés
aquí! Creí que estabas muy enfermo.
-Pero, ¿por qué pensaste eso?
-Pero si me llegó una carta
de…
-¿Cómo? Si en estas semanas no
pude haberte mandado ninguna carta debido a que la oficina de correos más
cercana estaba cerrada.
-Entonces… ¿De quién era la
carta?
Lo hice pasar a mi casa para que
la viera.
No puedo explicar por qué, pero
se me ocurrió leer la dirección. En cuanto la vi, un alivio recorrió todo mi
cuerpo, pero también me sentí un poco tonta. No había sido Tomás Gallegos el
que había mandado la carta, sino un tal “Thomas Gallegos”. Y no solo eso, por
la precipitación que tuve por saber noticias de él, no me había dado cuenta de
que... ¡Ésa no era su letra!
Me fui a dormir sintiéndome
muy feliz, ya que sabía que Tomás estaba en perfectas condiciones y ya estaba
en casa.
Esta es la mejor aventura
que tuve con Tomás. Gracias a esto me di cuenta de lo mucho que lo amaba.
Espero volver a contarte otra
historia sobre nosotros. Y aunque nadie te pueda ver, siempre contaré contigo.
Con amor,
Paz
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